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A pesar de la creencia generalizada la existencia de especuladores es muy positiva para los “no especuladores”.
Simplificando mucho la labor de los especuladores consiste en comprar barato y vender caro, obteniendo como beneficio la diferencia entre el precio de venta y el de compra.
Habitualmente se les acusa de elevar los precios con sus compras, perjudicando a todos aquellos que no desean especular y obligándoles a pagar precios más altos de los que tendrían que pagar si no existieran los especuladores.
Pero los especuladores compran cuando los precios son baratos, que son precisamente los momentos en los que la mayoría de los “no especuladores” quieren vender. Precisamente por eso los precios han caído, ya que si la mayoría de los “no especuladores” quisieran comprar los precios no caerían. Las compras de los especuladores en estos momentos de caída lo que hacen es frenar el descenso de los precios y permitir a los “no especuladores” vender (es lo que quieren hacer en esos momentos) a precios más altos de los que conseguirían si no existieran los especuladores. Es decir, si los especuladores no existieran los “no especuladores” tendrían que bajar aún más los precios hasta encontrar a otro “no especulador” que accedise a realizar la compra-venta.
Posteriormente los precios suben porque muchos “no especuladores” quieren comprar. En ese momento los especuladores venden lo que previamente habían comprado a un precio inferior obteniendo su beneficio. Pero esa venta lo que hace es frenar la subida de los precios, ya que si los especuladores no vendiesen la oferta sería aún más reducida y los “no especuladores” tendrían que pagar precios aún más altos para que otro “no especulador” accediese a vender.
En definitiva, los especuladores suavizan los movimientos de los precios y dan estabilidad y liquidez a los mercados, gracias a lo cual los “no especuladores” obtienen precios más altos cuando quieren vender y necesitan pagar precios más bajos cuando quieren comprar.
Este es el funcionamiento normal en cualquier mercado aceptablemente libre y transparente como la Bolsa, las divisas o la renta fija.
El problema surge cuando el Estado interviene fuertemente un mercado y hace que coincidan en el tiempo las compras de los especuladores con las compras de los “no especuladores”. En estos casos es totalmente cierto que las compras de los especuladores perjudican a los “no especuladores” porque les obligan a pagar precios más altos. Pero la culpa de esta situación no la tienen los especuladores, sino la intervención del Estado, que es la que distorsiona el mercado y crea problemas que no deberían existir.
El caso más claro es el mercado inmobiliario, con su disparatada intervención del suelo. La oferta de suelo está limitada de forma artificial y arbitraria por los Estados, causando graves perjuicios a la población y obligándoles a pagar por sus viviendas precios muy superiores al valor de las mismas. La situación es realmente sangrante debido al importe de las viviendas, que obliga a la mayoría de los ciudadanos a estar pagando esa sobrevaloración totalmente artificial e injustificable durante 20, 30 ó 40 años y afectándoles de forma muy negativa a lo largo de toda su vida, deteriorando su situación financiera y sus posibilidades de acumular un patrimonio que les permita vivir mejor de forma clara.
Si la oferta de suelo no estuviera restringida los precios de las viviendas serían muy cercanos a su valor, y por tanto muy inferiores a los precios que se consideran “normales” y que son producto de la restricción artificial de la oferta.
Cuando se produce una burbuja inmobiliaria y los precios llegan a cotas insostenibles los políticos suelen conseguir echarle a la culpa a los especuladores que se han enriquecido con la burbuja de los problemas que tienen los “no especuladores” para comprar una vivienda. Pero las ganancias de los especuladores en estos casos de intervención del suelo no sólo están provocadas por los políticos, sino que son ridículas en comparación con las ganancias de los recalificadores (políticos) que son los que dicen dónde se puede construir y dónde no según su “criterio” personal.
En otros mercados como los de materias primas (petróleo, alimentos, etc.) también intervienen muchos Estados restringiendo la oferta y creando problemas similares a los que crean en el mercado inmobiliario.
Especular no es manipular precios. Es intentar obtener un beneficio totalmente legítimo a cambio de correr un riesgo elevado. Y además es muy difícil hacerlo con éxito, en mercados no intervenidos por el Estado. Los especuladores son beneficiosos para el resto de la población, siempre que el Estado no manipule las reglas del juego.
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