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Constitución


La Constitución debe proteger a los ciudadanos de la incompetencia o mala fé de los políticos

La principal función de la Constitución es proteger a los ciudadanos de los errores, intencionados o no, que puedan llegar a cometer los políticos.
Es evidente que lo ideal sería que todos los políticos fueran muy inteligentes, muy buenos y muy honrados, en cuyo caso ni siquiera sería necesario tener una Constitución, ya que las leyes que se hiciesen el futuro en todos los casos lo que harían es mejorar la vida de los ciudadanos.
Pero no tiene ningún sentido partir de esa premisa. Hay que estar preparados para que en el futuro algunos gobernantes tengan una inteligencia inferior a la media, o sean corruptos, o tengan algún tipo de enfermedad psicológica que les haga buscar el mal de la población, etc.
Y por eso la Constitución debe establecer ciertos límites que ningún político podrá traspasar:
    • Separación de Poderes: La Constitución debe establecer una auténtica Separación de Poderes, y establecer los mecanismos para que ningún poder público pueda nunca violar dicha Separación de Poderes.

    • Prohibir el endeudamiento público: La emisión de deuda pública, en cualquiera de sus formas, es una de las cosas que más vidas ha arruinado a lo largo y ancho del mundo. Si se prohibe a los políticos endeudar a la población se eliminarán gran parte de los problemas que sufren los ciudadanos.

  • Limitar los impuestos que pueden existir, y su tipo máximo: Los impuestos que paguen los ciudadanos no pueden estar a expensas de lo que se le pueda llegar a ocurrir a cualquier político corrupto, incompetente y/o codicioso. La Constitución debe establecer los impuestos que se pueden cobrar a los ciudadanos (por ejemplo, IRPF, Impuesto de Sociedades, IVA e IBI), y prohibir expresamente la creación de nuevos impuestos. Igualmente debe establecerse el tipo máximo que se podrá cobrar de cada impuesto, tipo máximo que en ningún momento y bajo ningún concepto se podrá traspasar. Sin respeto a la propiedad privada no hay Democracia, y si los impuestos no tienen límite, no hay respeto a la propiedad privada.
Puedes leer muchos artículos similares a este en la sección de ”Economía y Democracia”

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La Constitución debe entenderla todo el mundo

Como hemos visto, la Constitución es un acuerdo entre todos los habitantes de un país, en el que establecen las condiciones que deberán respetar todas las futuras leyes que puedan llegar a existir en el país.
Por tanto, la Constitución debe estar escrita de forma que sea fácilmente entendible por toda la población. No puede ser que la Constitución de un país la hagan unas pocas personas “muy listas y que saben mucho de estas cosas” y que sólo una pequeña parte de la población sea capaz de entender esas “reglas del juego” que van a condicionar la vida de todos los habitantes del país durante décadas, o incluso siglos.
Por eso las Constituciones deben ser cortas, lo más cortas posible, y estar escritas en un lenguaje claro y sencillo, sin palabras enrevesadas y con frases fáciles de entender por cualquier niño de corta edad.
Los habitantes con una inteligencia muy inferior a la media también deben ser capaces de entender las Constitución, para poder decidir si están de acuerdo con esas normas o no.
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La Constitución equivale a las “reglas del juego” que todos los gobernantes deben respetar

A la Constitución se la suele llamar “Ley de Leyes”, y efectivamente ese es su papel. La Constitución establece los límites que deben respetar las futuras leyes que se hagan en un país.
Es decir, en cualquier país democrático o semidemocrático se sabe que en el futuro se irán alternando diferentes gobernantes, con diferentes ideas, en función de los votos que emita la población en las sucesivas elecciones. Pero es bastante lógico establecer de antemano que todos esos futuros gobernantes deberán respetar una serie de reglas que la mayoría de la población está de acuerdo en que son positivas para el funcionamiento del país.
Por ejemplo, la más evidente es que deben convocarse elecciones cada X años, de forma que ningún gobernante pueda decir que no convoca más elecciones, y que se queda él de forma indefinida gobernando el país. Es evidente que la mayoría de la población no quiere eso, y por tanto en la Constitución se establecen los mecanismos para evitar que algo así pueda suceder.
De forma similar se actúa con diversos temas, algunos de los cuales varían de unos países a otros, estableciando en la Constitución aquellas cuestiones que ningún futuro gobierno pueda cambiar, eliminar o establecer a su antojo, simplemente porque haya ganado unas elecciones y esté gobernando el país de forma temporal.
Los gobernantes de un país democrático no pueden hacer y deshacer a su antojo, deben respetar unas normas que no pueden cambiar a su capricho, y esas normas que los gobernantes de un país no pueden cambiar cuando quieran son las que recoge la Constitución de dicho país.
Si los gobernantes tuvieran libertad total para hacer lo que les diera la gana, es evidente que podrían cometer una gran cantidad de tropelías y de injusticias, y que cada cambio de gobierno podría suponer un vuelco total en la forma de vida de los habitantes del país, que en todo momento estarían a expensas de los caprichos de aquellas personas que de forma temporal estuvieran gobernando. Un país y la vida de todos sus habitantes es algo mucho más serio que los caprichos de sus gobernantes.
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