Érase una vez una familia numerosa donde había 19 hermanos. Los hermanos se llevaban muy bien porque sus padres les habían educado en el respeto mutuo, el acogimiento a la diversidad, la solidaridad, el trabajo duro y el sacrificio. No había nada que hiciese más felices a sus padres que ver a todos los hermanos juntos y contentos todas las navidades, fines de año, semanas santas, etc.
Como en todas las familias cada uno de los hermanos había seguido un camino diferente y había unos que se ganaban la vida mejor que otros: había médicos, periodistas, informáticos, cocineros, carpinteros, humoristas... Unos tenían la suerte de trabajar poco y ganar mucho, otros (la mayoría), la suerte de trabajar mucho y cobrar bien, otros cuantos la suerte/mala suerte de trabajar poco y cobrar poco, y unos pocos la desgracia de trabajar mucho y cobrar poco.
Uno de los hermanos, el mediano, se caracterizaba porque era una persona muy popular: no le costaba nada conocer a gente nueva y hacer amigos. Tenía un gran carisma y conocía a gente muy diversa. Sus padres, pese a que nunca lo habían reconocido abiertamente, tenían una cierta predilección por él porque le veían vulnerable pero muy entero como persona y muy creyente en sus principios. Este hermano era artista, pintaba cuadros y para él el dinero no era lo más importante en la vida. De hecho, durante una época de su vida pintó mucho por encargo para ganar más dinero, pero cuando cumplió los 30 años tuvo una revelación y decidió que debía pintar lo que le apeteciese en cada momento, tanto en cantidad como en temática, y que ya vendería lo que buenamente pudiese.
(TO BE CONTINUED)
Como en todas las familias cada uno de los hermanos había seguido un camino diferente y había unos que se ganaban la vida mejor que otros: había médicos, periodistas, informáticos, cocineros, carpinteros, humoristas... Unos tenían la suerte de trabajar poco y ganar mucho, otros (la mayoría), la suerte de trabajar mucho y cobrar bien, otros cuantos la suerte/mala suerte de trabajar poco y cobrar poco, y unos pocos la desgracia de trabajar mucho y cobrar poco.
Uno de los hermanos, el mediano, se caracterizaba porque era una persona muy popular: no le costaba nada conocer a gente nueva y hacer amigos. Tenía un gran carisma y conocía a gente muy diversa. Sus padres, pese a que nunca lo habían reconocido abiertamente, tenían una cierta predilección por él porque le veían vulnerable pero muy entero como persona y muy creyente en sus principios. Este hermano era artista, pintaba cuadros y para él el dinero no era lo más importante en la vida. De hecho, durante una época de su vida pintó mucho por encargo para ganar más dinero, pero cuando cumplió los 30 años tuvo una revelación y decidió que debía pintar lo que le apeteciese en cada momento, tanto en cantidad como en temática, y que ya vendería lo que buenamente pudiese.
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