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Estrategias de inversión

Por qué es mejor invertir en acciones que en ETFs y fondos a largo plazo (acciones vs. índices)

Tiene sentido que existan los fondos de inversión (y los planes de pensiones, ya que todo lo que voy a decir de los fondos de inversión en este artículo es igualmente válido para los planes de pensiones, aunque no citaré a ambos continuamente para hacer más ágil la explicación), y los ETFs, porque cumplen una función. Pero creo que son más adecuados para el medio plazo que para el largo plazo, por muchas razones que ahora veremos.
Para hacer una operación de medio plazo en la Bolsa de Vietnam, Rusia o África, creo que los fondos de inversión y los ETFs son más adecuados que las acciones.
Pero para invertir a largo plazo creo que son mucho más adecuadas las acciones, por todo lo que vamos a ver a continuación.
 

Los índices no se crearon para invertir en ellos

Los índices no se crearon para invertir en ellos, porque los que los inventaron no creían que pudieran llegar a servir para eso. Los índices se crearon para tener una idea rápida de lo que hacía el conjunto de la Bolsa, y para eso son algo muy útil.
¿Qué es realmente un índice?
Un índice es un algoritmo, que no sabe nada de Bolsa. Ni siquiera sabe que existe la Bolsa.
Este algoritmo es muy útil para ver de una forma rápida si el conjunto de la Bolsa sube o baja, aunque serviría igual para muchas otras cosas, como seguir la evolución de las cosechas de un país o de un continente, o la producción de leche, huevos o ganado, etc.
 

¿Por qué surgió entonces la idea de invertir en índices?

La idea de invertir en índices surgió por las comisiones y los malos resultados de los fondos de inversión. A alguien se le ocurrió comparar la rentabilidad de los fondos de inversión con la de los índices, y vio que la inmensa mayoría de los fondos de inversión ni siquiera conseguían igualar la rentabilidad de los índices con dividendos.
Es muy importante fijarse en el ”ni siquiera” porque esta idea se ha ido deformando, y en la actualidad hay gente que tiene la idea de que la rentabilidad de los índices con dividendos es algo casi inalcanzable, cuando los estudios iniciales que originan todo este tema de la inversión en índices lo consideraban como un mínimo que todo el que pagase porque otro le gestionara su dinero debía esperar.
Hay unos pocos fondos de inversión que superan a los índices con dividendos, y tiene sentido que estos fondos existan. Piense también que lo normal es esperar superar a un algoritmo que no sabe nada de Bolsa, y que además tiene varios efectos matemáticos negativos importantes en su contra. Además, comprando acciones tienes rentas (los dividendos), que es vivir en un mundo completamente diferente a no tener rentas.
 

¿Por qué la rentabilidad de los fondos de inversión es tan baja?

Los fondos de inversión, en conjunto, han sido y son un traspaso de riqueza sutil pero gigantesco desde los inversores en fondos de inversión a la élite que ha diseñado todo este sistema.
Imagine que Juan y Pedro tienen 100.000 euros cada uno, y los invierten en Bolsa durante los próximos 40 años.
Juan invierte sus 100.000 euros comprando directamente acciones, y Pedro los invierte en fondos de inversión.
En esos 40 años la Bolsa sube un 10% anual de media, y suponemos que Juan con sus acciones consigue la misma rentabilidad que los gestores de los fondos de Pedro.
Al final de esos 40 años Juan tiene 4,5 millones de euros.
¿Cuánto tendrá Pedro?
Si sus fondos le cobran unas comisiones totales del 1%, a los 40 años Pedro tendrá 3,1 millones de euros.
Si sus fondos le cobran unas comisiones totales del 2%, a los 40 años Pedro tendrá 2,2 millones de euros.
Si sus fondos le cobran unas comisiones totales del 3%, a los 40 años Pedro tendrá 1,5 millones de euros.
Tenga en cuenta que las comisiones totales de los fondos de inversión son superiores a las comisiones de gestión y depósito que se ven con claridad en la información que facilitan los fondos de inversión, porque además de eso cobran otras comisiones como las de todas las operaciones de compra y venta de acciones que hagan con el dinero de los fondos, las de cambio de divisas, auditoría, gastos de los reguladores, etc. En la práctica las comisiones totales de los fondos de inversión de renta variable suelen estar alrededor del 3% (algunos el 2 y algo, otros el 3 y algo).
Fíjese la enorme diferencia entre lo que tendrá Pedro (en cualquiera de esos 3 escenarios) y los 4,5 millones de euros de Juan. Esta es la forma en que se traspasa la riqueza con los fondos de inversión.
Podría pensarse que los gestores de los fondos de inversión de Pedro deberían tener una rentabilidad superior a la que consiga Juan, que es un inversor particular que tiene su trabajo, su familia, etc. Pero la realidad es que, por muchas razones en la práctica lo más probable es que Juan consiga una rentabilidad igual o superior a la de los gestores de los fondos de Pedro.
 

Desventajas matemáticas de invertir en ETFs a largo plazo

En cuanto se entiende que un índice no es una media “como todo el mundo cree que es una media”, sino un algoritmo con sesgos negativos en contra del que lo sigue, se ve rápidamente que la mayor parte de las supuestas ventajas de la inversión indexada son incorrectas, o peores de lo que parecen a primera vista, etc. Las principales desventajas matemáticas de invertir en índices son:
  1. En cada compra que se hace se compra más de las acciones que están más caras, y menos de las que están más baratas
  2. En las entradas y salidas de las empresas en los índices se suelen comprar caras las empresas que entran en los índices, y vender baratas las empresas que salen de los índices
  3. Se entra en todas las burbujas sectoriales (internet, bancos, inmobiliarias, etc), lo cual daña mucho la rentabilidad de los inversores en índices (y es psicológicamente muy duro de llevar cuando se produce)
  4. Se compran acciones de empresas que no se comprarían individualmente, por no ser adecuadas para el largo plazo (por ser cíclicas, no pagar dividendos, etc)
  5. Todos los dividendos cobrados se reinvierten siempre con todas las desventajas anteriores (reinvirtiendo más en las empresas más caras, comprando empresas que no se querrían comprar, entrando en burbujas, etc)
  6. Pagan impuestos por cada venta con ganancias que hacen, y hacen muchas ventas. Los impuestos que pagan los ETFs (y fondos) suelen ser bastante menores que los que pagan las personas físicas (lo cual es un claramente injusto, porque evidentemente los impuestos deberían ser los mismos, ya que esto supone una discriminación que no tiene ninguna justificación), pero pagan impuestos que no paga un inversor de largo plazo que mantenga sus acciones.

 

¿Cómo es posible que los ETFs cometan tantos errores?

Piense que cualquier niño de 5-6 años sabe más de análisis fundamental que todos los índices bursátiles del mundo juntos. Los niños saben que BMW hace coches, Telefónica son las telecomunicaciones de su casa, Coca Cola son refrescos, etc. Los índices (ETFs) ni siquiera saben estas cosas, y no las van a saber nunca. Porque son un simple algoritmo, que ni siquiera sabe que existe la Bolsa. Cuando los niños actuales se mueran de viejos dentro de muchas décadas, los ETFs seguirán sin saber que BMW hace coches, Telefónica son telecomunicaciones, Coca Cola hace refrescos, etc.
Comprar “cualquier cosa a cualquier precio” (que es lo que hacen los ETFs) no puede ser muy eficiente.
Por eso la inversión indexada no puede ser una “solución” a que conocer y estudiar empresas para invertir en ellas a largo plazo le parezca algo “demasiado difícil” a un determinado inversor. Es como si a esa persona alguien le dijera: “Cocinar es muy difícil, que te dé de comer el resto de tu vida alguien que no distingue un ingrediente de otro, y que nunca los va a distinguir”.
Si alguien se complica excesivamente haciendo análisis fundamentales demasiado elaborados, posiblemente caiga en el error de sobrevalorar la indexación porque “los árboles no le dejen ver el bosque”, al haber ido por un camino equivocado. La solución en un caso así no sería renunciar por completo al análisis fundamental (e invertir en índices, que ni siquiera saben que existen “la Bolsa” y el “análisis fundamental”), sino buscar el punto de equilibrio entre lo que es útil y lo que no lo es. Recordando siempre que el futuro no lo sabe nadie: ni las personas, ni los algoritmos con que se calculan los índices.
Visto de otra forma, si creyéramos que el análisis fundamental es “muy difícil”, entonces ¿qué sentido tiene darle nuestro dinero ahorrado durante toda nuestra vida a “algo” que no sabe absolutamente nada de análisis fundamental, ni tiene la más mínima intención de aprender nada de ello nunca jamás en la vida?
Porque los ETFs dedican 0 segundos a seguir los resultados de las empresas, las noticias, operaciones corporativas, etc. Cualquier inversor dedica más tiempo a todas estas cosas seguro, por poco tiempo que tenga.
Invertir a largo plazo es algo fácil y asequible para todo el mundo, y dejar que toda la riqueza que consigan acumular millones de personas esté en manos de algoritmos que no saben nada sobre las empresas es algo sobre lo que creo que debe reflexionar la sociedad.
 

Se reinvierten más dividendos con las acciones que con los ETFs

Como los ETFs (y los fondos de inversión) tienen una fiscalidad mejor que la de las acciones, podría pensarse que al invertir en ETFs los menores impuestos que se pagan al cobrar los dividendos ayudan a que la inversión crezca más.
Por ejemplo, Enrique tiene X euros.
Si los invierte en acciones, cobrará 1.000 euros de dividendos, y Hacienda le cobrará el 19% (por ejemplo), que son 190 euros. Así que le quedarán 810 euros (1.000 – 190) para reinvertir en la compra de más acciones.
Y si los invierte en ETFs, Hacienda le cobrará a los ETFs sólo el 1%, con lo que pagarán 10 euros, y podrán reinvertir los otros 990 euros (1.000 – 10).
En la práctica esto no es así. Por todas las desventajas matemáticas que hemos visto que tienen los ETFs, a igual cantidad de dinero invertida Enrique cobrará más dividendos si invierte en acciones que si lo hace en ETFs (por ejemplo, 1.200 euros si invierte en acciones y 800 euros si invierte en ETFs), y aún con la discriminación fiscal de las acciones podrá reinvertir más dividendos si invierte directamente en acciones que si lo invierte en ETFs.
A esto hay que añadir que las comisiones de los ETFs (que se cobran todos los años sobre todo el patrimonio, no sobre los dividendos cobrados) son superiores a las de las acciones. Y tenga en cuenta lo que ya hemos visto acerca de que las comisiones de los ETFs (igual que pasa con los fondos de inversión) no son sólo las de gestión y depósito que aparecen claramente en los folletos, sino que hay más.
Por eso Enrique reinvertirá más dividendos si invierte en acciones que si lo hace en ETFs.
En general, piense que no es posible “engañar” a Hacienda con algo que ha creado la propia Hacienda. La fiscalidad no la crea cada producto para sí mismo, sino que la crea la propia Hacienda.
Igual que los principales beneficiarios de las ventajas fiscales a la compra de viviendas fueron los recalificadores de suelo, los principales beneficiarios de las ventajas fiscales a ETFs, fondos de inversión y planes de pensiones no son las personas que invierten en ellos, sino quienes los gestionan.
 

¿Y si un inversor se equivoca al elegir alguna de las empresas de su cartera de largo plazo?

Los índices se equivocan muchas veces, comprando constantemente muchas empresas que no son adecuadas para el largo plazo (no saben ni siquiera lo que es una empresa, y mucho menos si es adecuada o no para una estrategia u otra). También venden muchas empresas por menos de lo que les costaron, al salir de los índices. Y muchas de esas empresas que venden en zonas de mínimos al salir de los índices (de forma temporal) sí son empresas buenas para el largo plazo.
 

Cuanta más gente invierte en índices peor rentabilidad dan los índices (pero no las acciones que componen esos índices)

Comprar un índice es comprar todas sus empresas “de golpe”. Y vender un índice es vender todas sus empresas también “de golpe”.
Imaginemos que en una sala hay muchas personas, y quieren salir. O que están fuera de la sala, y lo que quieren hacer es entrar. Lo lógico es que salgan (o entren) de forma ordenada, una a una. Si todas intentan salir, o entrar, a la vez, van a sufrir muchos golpes.
Pues algo así pasa con los índices. Cuanta más gente compre (y venda) a la vez las mismas acciones, mayor es la distorsión que generan en el mercado. Y esa distorsión les hace comprar cada vez más caro, y vender cada vez más barato. Por eso, cuanta más gente invierte en los índices más se deteriora la rentabilidad de esos algoritmos por el “agolpamiento” que se produce al haber mucha gente comprando (o vendiendo) “cualquier cosa a cualquier precio”. Pero los inversores que compran acciones directamente no sufren obligatoriamente esos “agolpamientos”.
 

Más allá de la rentabilidad

Un futuro sano y deseable debe ser un futuro ético y con valores. Y es evidente que la ética y los valores de cómo se gestione la riqueza mundial no es algo que puedan decidir exclusivamente un puñado de personas, ni unos algoritmos.
Con los fondos de inversión y los ETFs la gente de la calle no vota en las empresas. Puede que a mucha gente actualmente eso no le parezca importante, pero a los que les dan las “ventajas fiscales” para que metan su dinero en fondos de inversión, ETFs y similares, que la gente de la calle no vote en las empresas sí les parece muy importante.
Está claro que las cosas no pueden ir bien pensando que “Como la gente no sabe lo que vota, mejor que no vote, y que unos pocos controlen y dirijan sus vidas”. El dinero es poder. Si el dinero de gran parte de la sociedad lo controlan unos pocos, todo ese poder lo tienen unos pocos. Por eso todo este tema de los fondos de inversión, los ETFs, etc, afecta también a la calidad de la democracia en la que vivamos. Y por eso mismo las cosas tampoco podrán ir bien si se piensa que “Como la gente no sabe invertir, mejor que unos pocos controlen y dirijan casi toda la riqueza mundial”.
No es un problema que la electricidad la sirvan unas pocas empresas, porque es un servicio barato (sin impuestos el recibo mensual medio en España sería de unos 20 euros al mes), y las grandes empresas eléctricas pueden ser más eficientes, y dar un servicio mejor y más barato.
Pero controlar la riqueza de una persona es algo completamente diferente, con una serie de implicaciones muchísimo mayores. Por poner un ejemplo, la inmensa mayoría de las personas que invierten en fondos de inversión y ETFs no saben que los grandes inversores bajistas toman prestadas las acciones que venden en el mercado precisamente de los fondos de inversión y de los ETFs, sin el consentimiento expreso de las personas que invierten en ellos.
 

El momento de vivir de las rentas

Primero veamos el caso de los fondos de inversión que no pagan rentas, que son la inmensa mayoría (y los que dicen pagar rentas suelen pagar una mezcla de rentas y de liquidación del patrimonio, no unas rentas reales). También hay ETFs (“de acumulación”) que no pagan dividendos.
Al no pagar rentas, para “vivir de ellos” hay que ir vendiendo las participaciones acumuladas. Y esto es liquidar el patrimonio.
Liquidar el patrimonio es lo que hace alguien que se está empobreciendo. Y el cerebro así lo detecta, tomando uno de estos dos caminos:
  1. Lo rechaza, y no vende: En este caso, muy habitual en la realidad entre los inversores de fondos de inversión, no se disfruta de lo conseguido a lo largo de toda la vida. Nunca se ve el momento de vender, porque no se sabe cuánto va a estar uno en este mundo. Pero no sólo la vida se acaba, sino que llega un momento en que no se tienen energías, motivos, ganas, etc, para hacer lo que no se hizo antes, y ya es demasiado tarde para hacerlo ahora. El patrimonio pasa a la siguiente generación, y es una pena que la persona que lo creó no disfrute de él (habiendo cobrado y disfrutado los dividendos de sus acciones, y traspasando esas acciones a la siguiente generación)
  2. Se vende, y entonces se entra en un estado de decadencia y de “ir a menos”, que trae tristeza a la persona el resto de su vida. Empobrecerse es triste y angustioso, y eso es lo que hace un inversor en fondos de inversión que va liquidando el patrimonio acumulado durante toda su vida. Imaginemos una persona que se jubila con 1 millón de euros en fondos de inversión, y decide gastar 40.000 euros al año. La siguiente década el mercado está lateral, y por tanto la persona gasta en esos 10 años 400.000 euros (10 x 40.000), y sale de esa década con 600.000 euros. Esto es empobrecerse un 40%, y es vivir una vida angustiosa. Si tuviera acciones habría cobrado los dividendos, sin vender acciones, y manteniendo su patrimonio.
Veamos ahora el caso de los ETFs, que sí suelen pagar dividendos.
Por lo que hemos visto, la persona que haya invertido en ETFs tendrá, muy probablemente, menos patrimonio y menos rentas que si lo hubiera hecho en acciones. Esto es “rentabilidad”, pero también es tiempo de vida. Y la vida tiene un tiempo limitado. Por eso, justo lo que todo el mundo quiere conseguir es “acelerar” el crecimiento de sus inversiones, para poder disfrutar más del tiempo que le queda de vida (que es lo que realmente importa).
Además de eso, indexarse es vivir la vida con miedo (un algoritmo que no sabe nada de Bolsa no puede saber más que una persona), y esta es otra cosa que también detecta el cerebro. Por eso, además de en la rentabilidad hay que pensar cómo queremos vivir nuestra vida. El día a día, que es lo que importa. Creo que está claro que es mucho mejor vivirlo con autoestima, mayor sensación de control sobre tu vida y el mundo que te rodea, etc. Porque todo esto hace vivir la vida con mayor optimismo, más ilusión, más tranquilidad, más paz interior, etc. Y todo esto se refleja en el conjunto de nuestra vida, incluyendo las relaciones familiares y personales de todo tipo.
 

¿Y si los gestores de fondos y ETFs no deberían cobrar una comisión, sino un sueldo?

Los gestores han conseguido cobrar una comisión anual sobre el patrimonio gracias a la desinformación de la población. Desinformación de la población que beneficia tanto a los políticos como a las élites financieras. Por tanto, la solución para que la riqueza mundial esté bien repartida (que creo que es algo que quiere toda la población) no es que la gente de la calle meta el dinero en aquellos productos a los que los políticos hayan decidido darles ventajas fiscales.
¿Y si el hecho de que los gestores de un fondo cobren todos los años un porcentaje de la riqueza acumulada por las personas que les han confiado su dinero es algo que no tiene ningún sentido ni justificación económica?
¿Y si los gestores deben cobrar un sueldo fijo (más una parte variable), como los directivos de las empresas?
¿Por qué el presidente de una empresa que gestiona activos (como fábricas) por valor de 2.000 millones de euros cobra un sueldo fijo (más la lógica parte variable), pero el gestor de un fondo que gestiona acciones y bonos por valor de 2.000 millones de euros cobra todos los años un porcentaje de esos 2.000 millones de euros?
Nunca he oído un argumento para justificar que esto sea así, y creo que no existe. Cuando, además, la realidad es que es mucho más difícil gestionar fábricas que acciones y bonos.
Este cambio en la remuneración de los gestores de fondos de inversión supondría una revolución en el control y en la transferencia de la riqueza a nivel mundial, que creo que sería muy positiva para la población.

Comprar una cartera representativa de un índice mediante compras discrecionales

Esta estrategia es igual a la de Comprar una cartera representativa de un índice a intervalos regulares con la única diferencia de que en este caso el inversor decide los momentos en que se realizan las compras.
Para decidir cuándo realizar las compras lo habitual es utilizar el análisis fundamental y/o el análisis técnico, las velas japonesas, etc.
El hecho de decidir los momentos en que se realizan las compras implica la posibilidad de obtener una rentabilidad superior (si las decisiones que se toman son acertadas) pero también una mayor responsabilidad.
Cada inversor debe elegir entre ambas estrategias en función de sus conocimientos y de sus características psicológicas. Habitualmente los mejores momentos para comprar son aquellos en los que la mayoría de los inversores no quieren comprar por miedo al futuro.
El inversor que pueda detectar estos momentos y sobreponerse a la presión psicológica general puede obtener una rentabilidad superior que si realiza las compras en momentos predeterminados.
Pero el inversor que tenga tendencia a dejarse llevar por el sentimiento general y no comprar cuando las cotizaciones caen con fuerza corre el riesgo de comprar solamente cuando las cotizaciones están altas y es fácil comprar psicológicamente hablando, de forma que la rentabilidad final que obtenga sea inferior que si hubiera realizado las compras de forma sistemática en momentos predeterminados.

Invertir en bonos basura

Esta es una de las inversiones más arriesgadas que existen. Su riesgo es mucho mayor que el de la renta variable, aunque las rentabilidades pueden ser espectaculares.
Los bonos basura son los de más baja calidad crediticia, pertenecientes a empresas con posibilidad real de quiebra inminente. No debe confundirse un bono basura con un bono de alta rentabilidad. Los bonos de alta rentabilidad son los emitidos por empresas pequeñas y su riesgo es mayor que el de los bonos del Estado o las grandes empresas pero la posibilidad de quiebra no es algo inminente, al menos con la información pública disponible.
Supongamos una empresa que emite un bono a 1 año de 100 euros por el que ofrece un interés del 10%. En circunstancias normales ese bono se podrá vender en el mercado por un precio de alrededor de 100 euros. Por un lado le afectarán las subidas y bajadas de los tipos de interés y por otro el tiempo que quede a su vencimiento. Por ejemplo, el bono se emite el 2 de Enero del año 1 y vence el 2 de Enero del año 2, momento en que devuelve los 100 euros de capital y los 10 de intereses sumando un total de 110 euros. El 5 de enero del año 1 el bono tendrá un precio muy cercano a los 100 euros porque casi no ha transcurrido tiempo pero a medida que se acerque el 2 de Enero del año 2 su precio se irá acercando cada vez más a los 110 euros porque se acerca la fecha de cobrar esos 110 euros.
El problema surge cuando la empresa suspende pagos y existe la posbilidad real e inminente de que quiebre y cuando llegue el 2 de Enero del año 2 la empresa no pague los 110 euros prometidos. En esta situación nadie va a pagar un precio cercano a 100 euros por un bono que en cualquier momento puede valer 0 euros. Por eso el precio del bono en el mercado se acerca más a 0 euros que a 100, dependiendo de la situación en la que se encuentre la empresa. Supongamos que el bono cotiza en el mercado a 10 euros. El inversor que pague esos 10 euros los puede perder completamente al día siguiente pero existe la posibilidad, que es precisamente lo que debe valorar el inversor, de que la empresa no desaparezca y cuando llegue el 2 de Enero del año 2 pague los 110 euros que había prometido. Eso supondría que el inversor que compro el bono por 10 euros ha multiplicado su inversión por 11 en poco tiempo, ya que pagó 10 y recibe 110. Incluso es posible que la empresa quiebra y al liquidar sus activos y pagar la parte de la deuda que sea posible con el dinero obtenido los inversores reciban 30 euros por cada bono, por ejemplo. Para los inversores que compraron los bonos por 100 euros antes de que la empresa cayera en desgracia la pérdida es del 70%, pero el que compró el bono por 10 ha multiplicado su dinero por 3.
Este tipo de inversiones es extremadamente arriesgada y complicada. No sólo hay que saber de economía sino tanbien de leyes porque en estas situaciones son tan importantes o más. Por ejemplo, no todos los bonos emitidos por las empresas son iguales desde el punto de vista legal cuando llega la liquidación de la empresa y puede suceder que los que tengan determinado tipo de bono reciban 80 euros mientras otros cobran sólo 20 euros y otros nada. La situación jurídica de los megocios de la empresa también es crucial.
En muchas ocasiones este tipo de situaciones son más propias de abogados que de inversores o economistas. Y de todas formas la parte puramente económica es extremadamente complicada de analizar porque hay que tener tal conocimiento de la situación que normalmente sólo está al alcance de las personas que dirigen la empresa o de inversores superespecializados en este tipo de situaciones.

Bonos de alta rentabilidad

Los bonos de alta rentabilidad son los emitidos por empresas con una baja calidad crediticia. Este tipo de empresas tiene un riesgo real de desaparecer a medio plazo, mayor o menor según el caso, y no devolver el dinero a sus bonistas. Por ello tiene que ofrecer unos intereses muy superiores a los que ofrezcan el Estado o las grandes empresas para atraer a los inversores.
Por eso invertir en este tipo de bonos tiene un riesgo muy alto. La forma más habitual de llevar a cabo este tipo de inversiones para minimizar el riesgo dentro de lo posible es hacerlo a través de fondo de inversión para invertir en una cartera muy diversificada de bonos de una gran variedad de empresas pertenecientes a distintos sectores. Esta diversificación hace que si algunas de las empresas en cuyos bonos está invertido el fondo llegaran a quebrar la rentabilidad total de la cartera seguiría siendo superior a la que se hubiera conseguido invirtiendo en bonos del Tesoro o de grandes empresas.
Pero si en lugar de quebrar “alguna” quiebran “muchas” la rentabilidad puede ser claramente negativa. Un inversor particular que decida invertir una parte de su dinero en esta estrategia no puede analizar las decenas o centenas de empresas en cuyos bonos haya invertido el fondo de inversión en el que esté interesado para estimar cuáles tienen riesgo real de quiebra y cuáles no. Su análisis debe ser algo sencillo y asequible, pero esto también hace que dicho análisis sea superficial y poco fiable.
En general es arriesgado invertir en este tipo de bonos cuando los tipos de interés son muy bajos. No sólo porque la rentabilidad que se obtiene es menor, sino sobre todo y principalmente porque si los tipos suben de forma pronunciada y repentina es posible que a muchas de estas empresas les coja con una deuda elevada a la que no pueden hacer frente con los nuevos tipos, lo que podría llevarles a la quiebra y por tanto a no pagar sus bonos. Es preferible invertir cuando los tipos están muy altos y se espera que bajen en el futuro por las razones contrarias. Primero porque la rentabilidad que obtendrá el inversor cuando bajen los tipos será superior y segundo y más importante porque esa bajada de tipos aliviará la carga financiera de las empresas y hará más difícil que se produzcan las fatídicas quiebras.

Bonos del Estado vs. bonos de grandes empresas

En los países desarrollados, normalmente, los bonos de las grandes empresas dan una rentabilidad ligeramente superior a la de los bonos del Tesoro. La razón de esto es que el último en quebrar en un país es el Estado y por eso si las rentabilidades fueran exactamente iguales todo el mundo preferiría los bonos del Estado a los de las empresas. Habitualmente la diferencia es muy pequeña, de unas pocas centésimas o décimas porcentuales, porque el riesgo de quebrar de estas empresas es bajísimo.
Por tanto, invertir en bonos de las grandes empresas tiene una seguridad prácticamente similar a la del Estado y una rentabilidad ligeramente superior.
Si se invierte en una cartera muy diversificada de bonos de empresas, como sucede cuando se compran participaciones de un fondo de inversión o un ETF se podría considerar que, en la práctica, la seguridad es la misma que la del Estado. La única posibilidad de perder la inversión sería que la mayoría de esas grandes empresas quebraran y no pudieran hacer frente a sus bonos, pero si eso sucediera lo más probable es que el Estado tampoco pudiera responder de su deuda porque, al fin y al cabo, el Estado responde única y exclusivamente con el dinero que quita a los ciudadanos y empresas de ese país y si todas las grandes empresas de un país quebraran la situación sería apocalíptica y el Estado no tendría a quién quitar el dinero para hacer frente a sus deudas.
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